Gabriela de la Paz | Opinión | Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno
Veinte años después de los ataques a las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York y el Pentágono, Estados Unidos finalmente ha salido de Afganistán y ha declarado concluida la Guerra contra el Terror.
En este lapso, George W. Bush amplió la definición de seguridad nacional, que consideraba que las amenazas sólo provienen del exterior, al incluir la seguridad interna y considerar que el peligro a su supervivencia también puede gestarse en su territorio.
Quizás una lección derivada de estos años sea retar la visión de la realpolitik que metió a Washington y a sus aliados en una guerra imposible de ganar.
Bush y su Gabinete ignoraron las lecciones de la operación de Somalia de 1993: que los estadounidenses no entienden las razones por las que deben enviar soldados a proteger a personas que no comparten sus valores y que no están dispuestos a pagar con sus vidas el costo de ser una potencia.
La segunda lección, proveniente de los militares cercanos a Bill Clinton tras la guerra de Kosovo, era participar en operaciones militares de menor envergadura que solían tener objetivos más modestos y menos definidos, por lo que no era obligatorio ganar a toda costa.
Bush escuchó a los halcones de guerra que estaban ansiosos de venganza y de un triunfo. Si los ataques habían sido espectaculares, la respuesta también lo sería.
Había muchos elementos a considerar, y uno de ellos era enviar el mensaje de que nadie puede golpear a una superpotencia y quedar impune.
Y pudieron haberlo conseguido si se hubieran centrado en capturar a Osama Bin Laden y desarticular a Al-Qaeda mediante operaciones militares de inteligencia.
Veinte años después, Estados Unidos ha perdido liderazgo y prestigio internacional, pero puede recuperarlo si Biden ejerce un "poder suave".
Sin embargo, según el destacado reportero Bob Woodward, el Vicepresidente Dick Cheney y el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld impusieron la idea de que Saddam Hussein había estado involucrado en los atentados del 11 de septiembre.
Convencieron a Bush de iniciar una segunda guerra contra Irak en 2003, moviendo recursos que aún eran necesarios en Afganistán.
Con ello debilitaron su posición y fue una de las decisiones que contribuyó al alargamiento de la primera guerra y al gasto de trillones de dólares.
España e Inglaterra, que respaldaron inmediatamente la guerra contra Irak, sufrieron ataques terroristas en 2004 y 2005, respectivamente.
Otros aliados como India, Turquía, Francia y Canadá también han sido víctimas del terrorismo.
La Guerra contra el Terror desenterró rencores derivados de la época de los imperios europeos, así como del racismo y nacionalismo contemporáneos.
En estos 20 años, Estados Unidos se ha centrado en la guerra y ha descuidado su relación con América Latina, lo que ha permitido que China y Rusia consigan socios en la zona.
Si bien cada país puede dirigir su política exterior como mejor convenga a sus intereses, tener a Washington menos involucrado en la región ha permitido regímenes como el de Nicolás Maduro, Daniel Ortega y que el acuerdo de paz entre las FARC y el Gobierno de Colombia haya fracasado.
Las malas condiciones de seguridad, la corrupción y el desencanto con la democracia han contribuido al deterioro de las condiciones de vida en buena parte del continente.
El interés en Irak y Afganistán ha dejado la vía libre a China para crear proyectos como la Ruta de la Seda y el Cinturón de la Seda.
Con el cual a base de intercambios comerciales e inversiones en infraestructura ha logrado penetrar en mercados e influir a gobiernos en Asia Central y África.
En vez de gastar en guerras, China trata de ejercer un "poder suave".
Obama había propuesto estrategias comerciales, políticas y militares para frenar a China, pero su sucesor prefirió la confrontación y Joe Biden tiene demasiados frentes abiertos en todos lados que reducen su margen de maniobra y que hacen peligrar la mayoría de su partido en el Congreso.
Veinte años después, Estados Unidos ha perdido liderazgo y prestigio internacional, pero puede recuperarlo si Biden ejerce un "poder suave".
Es tiempo de dejar descansar a los militares y de hacer brillar a la diplomacia.
Debe enfocar su política exterior hacia la mitigación del calentamiento global, la promoción del Estado de derecho, la democracia liberal y el respeto a los derechos humanos.
Es la mejor manera de honrar a las víctimas de estos 20 años de guerra.
* La autora es profesora del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales del Tec campus Monterrey.
** Este texto fue publicado el 10 de septiembre de 2021 en los diarios Reforma, El Norte y Mural, y se reproduce con permiso.
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