La Administración de Joe Biden ha recibido críticas por la manera en que está administrando los flujos de migrantes que llegan a la frontera con Estados Unidos desde México, especialmente con respecto a los menores que viajan solos.
Esto se refleja en una encuesta realizada por The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research en la que el 40 por ciento de los consultados desaprueban estas políticas, frente a un 24 por ciento que dice estar de acuerdo.
La mayoría de los medios de comunicación resaltan que cerca de 15 mil menores no acompañados fueron detenidos en enero y febrero de este año.
El número contrasta con los 37 mil menores no acompañados que se detuvieron en todo el 2020, que se explica por qué la pandemia de coronavirus previno que se iniciaran muchos viajes.
Sin embargo, en el 2019 la cifra de menores viajando solos fue de 75 mil.
Y podemos seguir escarbando en los archivos y encontraremos datos similares hasta el año 2012, tanto para menores como para unidades familiares.
El problemas de los niños migrantes mexicanos
La realidad es mucho más complicada de lo que se presenta en la mayoría de los medios en Estados Unidos.
La percepción de lo que ocurre en la frontera con México está influenciada por muchas visiones y prejuicios que datan de mucho tiempo atrás.
A partir de la década de 1990 se ha construido a propósito un perfil criminal en torno a los migrantes indocumentados, ya que lo que es una infracción (una entrada no autorizada) suele equipararse con un crimen.
Por un lado, México es visto como un socio comercial y, por otro, como una amenaza a la seguridad nacional y la identidad estadounidenses.
Esta idea no viene de las diferencias culturales más visibles, como el idioma, sino de las diferencias en la cultura política.
Los primeros años caóticos de la independencia mexicana, con Iturbide como "emperador", y las diversas luchas internas entre las facciones políticas llevaron a los líderes estadounidenses a desilusionarse de nosotros al no establecer una república federal estable.
La falta de un proyecto nacional, derivado de los cambios bruscos de proyecto político entre los partidos, creó un caos que sólo terminó cuando Benito Juárez eliminó a toda la oposición.
La paz porfiriana y el régimen priista tampoco cimentaron una democracia como la estadounidense y eso, junto con la corrupción rampante, acrecentó la desconfianza de Estados Unidos hacia México.
Por ello, los Gobiernos desde Eisenhower hasta Biden han tenido como objetivo el control operacional de la frontera y, junto con los medios de comunicación masivos, la han presentado como una zona caótica que permite la entrada de personas y productos que dañan a sus ciudadanos.
Sin considerar que existe una relación interdependiente entre ambos países que aplica para el comercio legal e ilegal en ambos sentidos.
Por eso se percibe como dramática una situación que no lo es.
Además, los estadounidenses perciben a su territorio como un lugar privilegiado que, en cierta forma, transmite tal superioridad a sus ciudadanos.
Esto ha provocado que las políticas migratorias desde hace décadas se centren en los individuos, no en las causas de atracción-repulsión que explicarían el incremento en las migraciones.
La Administración Biden es la primera que intenta enfocarse seriamente en los factores de expulsión de migrantes centroamericanos.
Y ésa es una de las razones por las que la vicepresidenta Kamala Harris haya sido designada al frente de un equipo diplomático enfocado a tratar con los países centroamericanos del Triángulo del Norte y México.
En cierto modo, replica la labor que hizo Biden entre 2014 y 2015, cuando ocurrió una situación similar.
Harris adquirirá experiencia en política exterior con esta tarea.
Hay planes diseñados en la Iniciativa Mérida para mejorar la seguridad de la gente, combatir la corrupción y reforzar la democracia en estos países.
Así que la tarea de la vicepresidenta es enviar un fuerte mensaje de que Centroamérica es prioritaria y que las cosas deben cambiar sí o sí, pues necesita resultados en el corto plazo para difuminar la crisis política que el drama migratorio está creando a su jefe.
Da igual si la señal es que las puertas de Estados Unidos están cerradas o abiertas, la desesperación de la gente es la misma y eso es lo que tiene que cambiar en sus lugares de origen.
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