Lorena Morales | CONECTA Monterrey
“Los grandes proyectos siempre deben de comenzar de la manera más sencilla”, decía Don Eugenio Garza Sada. Esta es una de las frases que denotan lo que fue: un hombre de pocas palabras, pero muy preciso en su decir, que se distinguió por su trabajo incansable que le permitió conformar y dirigir uno de los grupos industriales más importantes de México.
Pero, además, era una persona que creía que el desarrollo humano conduciría a forjar un mejor país. Fue así que en 1943 reunió a un grupo de empresarios y cristalizó la idea de crear una institución de educación que no sólo formara profesionistas calificados, sino que los impulsara de manera integral: así nació el Tecnológico de Monterrey.
Hoy, la Institución se encuentra por cumplir 75 años de existencia, por lo que integrantes de la Comunidad Tec decidieron que era una ocasión ideal para compartir más sobre la vida de este empresario y filántropo.
La Dirección de Arte y Cultura del Campus Monterrey se dio a la tarea de conformar un espectáculo que a través de lecturas, música, baile y elementos multimedia mostrara la esencia de Don Eugenio y el legado que fue construyendo y que permanece en todo el país. El resultado fue el “Réquiem por Don Eugenio”.
La tarde del 18 de febrero el Auditorio Luis Elizondo fue sede este espectáculo, el cual fue dirigido por Marcelo González. Alrededor de las 17:00 horas, al darse la tercera llamada, subió al escenario José Antonio Fernández, presidente del Consejo del Tec, quien agradeció la presencia del público y habló de la importancia de honrar la memoria de Don Eugenio.
“Siempre estaremos muy agradecidos con Don Eugenio por dejarnos este gran ejemplo de ser un líder que inspira a otros; por ese efecto multiplicador de su legado, que es el Tec de Monterrey. También por enseñarnos que la grandeza de las personas está en su integridad, en su compromiso por hacer el bien”, destacó Fernández.
Enseguida, el telón del escenario empezó a abrirse, dejando a la vista a la Orquesta Sinfónica y el Coro del Tecnológico de Monterrey, así como a cantantes y bailarines sentados en unas mesas a los costados del escenario.
Los diez atriles al centro fueron ocupados uno a uno por ocho alumnos lectores; los otros dos, por los actores Patricia Reyes Spíndola y Horacio Castelo, invitados especiales de este espectáculo. Ellos fueron los encargados de darle voz a la adaptación teatral que Jaime Palacios realizó de los textos del libro de Gabriela Recio “Don Eugenio Garza Sada. Ideas, Acción, Legado”.
La Orquesta Sinfónica y el Coro dieron comienzo a este montaje artístico al interpretar “Dies irae” Misa de Réquiem K 626, del afamado Wolfgang Amadeus Mozart. Al terminar, Patricia Reyes Spíndola, como narradora, sitúa a la audiencia en un momento específico de la vida de Don Eugenio.
Una pantalla colocada en la parte alta del escenario, mostraba un Mural, que quienes han estado en el Campus Monterrey, reconocen fácilmente la Cafetería en el que se ubica.
- “Estamos en el año de 1973, en la Cafetería Centrales, en la cena de clausura de la Quinta Convención EXATEC”- relató Reyes Spíndola.
Esa noche de abril es en la que giró gran parte de este espectáculo, ya que los alumnos lectores representaban a egresados asistentes a esa cena, la cual contó en ese entonces con la presencia de Don Eugenio Garza Sada.
El ambiente de fiesta se sintió cuando cantantes del Concierto Ensamble, se pararon de sus sillas y comenzaron a cantar y bailar al ritmo de “A hard day’s night” de Los Beatles. Instantes después, uno de los ‘EXATEC’ pide a Don Eugenio que tome la palabra, pero se quedan a la expectativa de si lo hará.Esta situación desencadena que sean los mismos “egresados” y los narradores del espectáculo quienes compartan anécdotas y aspectos de Don Eugenio.
Ejemplo dentro y fuera del trabajo
Don Eugenio definitivamente fue un hombre excepcional que con sus acciones logró impulsar la industria no sólo de Nuevo León, sino de gran parte del país, lo cual fue recordado.
- “En 1973 dirigía más de 30 grandes empresas de alcance mundial”; “Siguió con mucho éxito la estrategia de sustituir importaciones, creando empresas que fabrican lo que antes se importaba”; “Dice que lo más valioso de su empresa es su personal”; “Pendiente que anota en su libreta, ¡pendiente que atiende y resuelve!” - era parte de los relatos.
Detalles de su vida personal que fueron y siguen siendo admirados también eran compartidos por ‘los asistentes a esa cena’.
-“Hace una gran labor filantrópica, pero no la publicita. ¡Es muy discreto!; “Cuando llega a casa cuelga el saco y su sombrero y dice: ‘¡Ahí se quedan todos los pendientes en la oficina!’”; “Toca el piano y el órgano, hace jardinería en su casa”- añadían como parte de los diálogos.
El público, al tiempo que atendía los detalles de Don Eugenio que eran relatados, podía imaginar esas escenas ya que la pantalla presentaba fotos alusivas o animaciones donde se distinguía la sombra de Don Eugenio en diversas anécdotas presentadas.
Una de ellas fue la de un joven que buscaba cómo llegar a la casa del Gobernador, ya que quería recaudar fondos para echar a andar una biblioteca para gente de escasos recursos. El coche del joven quedó descompuesto frente a la casa de Don Eugenio, quien ayudó a componerlo, pero éste lo confundió con un jardinero.
Como agradecimiento el joven le dio diez pesos de propina a Don Eugenio, ya que no sabía de quien se trataba. A su vez, en la plática Don Eugenio le sugirió acudir a las oficinas de la Cervecería Cuauhtémoc, ya que ahí “apoyaban mucho”. El joven acudió tras la sugerencia, obtuvo el donativo y la gran sorpresa de descubrir quién lo había ayudado.
-“Es modelo y ejemplo; referencia y figura benefactora; los cimientos de su grupo industrial son el trabajo, el ahorro, la eficiencia, la puntualidad, la innovación y la responsabilidad social. Él es el prototipo del buen regiomontano. Es un auténtico líder inspirador”- exponía la narradora.
Su obra más preciada: El Tec
Durante su juventud, los conflictos políticos de la Revolución Mexicano, hicieron que el padre de Don Eugenio, Don Isaac Garza, se mudara junto con su familia a Estados Unidos. En el vecino país Don Eugenio trabajó como dependiente de una tienda y acomodador de un cine, se relató.
En Estados Unidos estudió la preparatoria y posteriormente la carrera de Ingeniero Civil en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), desde entonces, quedó convencido de que la educación lleva a la sociedad a crecer.
De regreso a México, comenzó a trabajar en Cervecería Cuauhtémoc, la empresa fundada por su padre junto con otros empresarios y a enfrentarse a los grandes retos que significó la reconstrucción del país.
Para 1943, consideró impostergable la creación de una institución de educación superior que preparara a hombres y mujeres de excelencia con altos valores. Así reunió a un grupo de empresarios para que lo apoyaran a cristalizar su visión: el Tecnológico de Monterrey.
-“Don Eugenio forma parte del Tec, como su mural, sus aulas, sus laboratorios. Él vive y convive cada semana con esta comunidad académica, la cual está bien consciente de que existe gracias a él”-, expresó la narradora.
La cercanía que guardó con la Comunidad Tec fue relatada, ya que los lectores dieron voz a diversos testimonios de egresados que quedaron marcados por su interacción con Don Eugenio.
-“Yo no traía carro y me iba de raid. Muchas veces me vio Don Eugenio y me llevó en su coche. Durante el trayecto me daba verdaderas clases de Economía”- (Ricardo Valenzuela, LAE’67).
De pronto, los diálogos y el ambiente situaron al público de nuevo en aquella noche de abril de 1973, en la Reunión de Egresados. Pareciera que ante la remarcada insistencia de que hablara, por fin Don Eugenio se pondría de pie.
Una foto en la pantalla, con un Don Eugenio sonriente, recibiendo el aplauso de la concurrencia, conmueve al público.
-“A pesar de su disposición para hablar por esta única vez, Don Eugenio no tuvo necesidad de hacerlo. Tan pronto se puso de pie, los ex alumnos también lo hicieron y extendieron por varios minutos, muchos minutos el agradecido chocar de palmas”, narraba Castelo.
La escena, se concibe como un sencillo, pero sentido homenaje… al mismo tiempo que se presagia como una despedida.
El difícil adiós
Este “Réquiem por Don Eugenio” coincide también con una emblemática fecha: su 45 aniversario luctuoso.
Fotos de su cortejo fúnebre mientras la Orquesta Sinfónica y el Coro interpretaban “Confutatis” de Mozart, situaron a la audiencia en el lamentable desenlace. La indignación de la sociedad ante el atentado que le quitó la vida a Don Eugenio en septiembre de 1973, pocos meses después de esa reunión con los egresados, fue la parte final del Réquiem.
-“Esta industriosa ciudad que fue usufructuaria de sus altas virtudes, se halla consternada al no poder contar más con el consejo certero y el impulso creador de este noble mexicano que no buscaba el aplauso de las multitudes, pero que sí puso al servicio de los necesitados su gran capacidad, sus propios recursos, su infatigable voluntad, y sobre todo, su gran amor por México”- dio voz Castelo a este fragmento del discurso que pronunció Ricardo Margáin Zozaya, amigo de Don Eugenio, en su entierro.
La última pieza interpretada por la Orquesta Sinfónica y el Coro, Réquiem de Mozart “Lacrimosa”, acompañó las palabras con las que se despidió el espectáculo: un repetido “Gracias, Don Eugenio”, tras el cual los asistentes al Auditorio se pusieron de pie para aplaudir no sólo el espectáculo, sino también el respeto y la admiración hacia este mexicano ejemplar, cuyo legado sigue vigente en las nuevas generaciones.
Ejemplo que trasciende
Dentro del espectáculo también se hizo mención al "Ideario Cuauhtémoc", una serie de principios y valores, el cual promovió para que compañeros y colaboradores lo practicaran, siendo él mismo el primero en poner el ejemplo.