Al caer por la escalera sintió como se fracturaba su codo, pero en ese momento, antes de que llegara el dolor y antes de que brotaran las lágrimas, Mariana solo pensó en la competencia de baile que tendría en una semana.
Secó su rostro, se puso de pie y buscó a un médico, quien en un par de horas inmovilizó completamente su codo izquierdo.
Lo que esa escalera no pudo fracturar y lo que el doctor no pudo inmovilizar ese día fue la pasión de Mariana Ortiz Bustillos por el baile, por subir a un escenario y expresar sus sentimientos mediante el movimiento.
Esa pasión, que inició a sus 4 años al entrar a clases de danza, convirtió a la originaria de Chihuahua en coreógrafa de sus compañeras de PrepaTec y en maestra de baile de niñas de 4 a 5 años.
Esa pasión fue el combustible que la llevó a esa competencia en la que participó con el codo roto.
Su disyuntiva: bailar o no con un hueso fracturado
Mariana iba bajando la escalera con unos zapatos de Tap puestos, un lunes del mes de noviembre del año 2019.
Fue entonces cuando resbaló cayendo sobre su brazo izquierdo y fracturando de esa manera su codo.
El accidente ocurrió a solo 4 días de una competencia de baile. Su médico le recomendó reposo.
La danza la había acompañado toda su vida, así que ahora ella no abandonaría la danza.
“Hablé con mi mamá y le dije que tenía que bailar, que tenía que audicionar a ese evento llamado Jump Dance Convention”, recuerda.
Sube al escenario a pesar del dolor
Mariana, actualmente de 18 años, subió al escenario con los zapatos de Tap en sus pies y el codo izquierdo inmovilizado, con la intención de hacer lo que más le apasiona, pese al riesgo de sufrir dolor.
Incluso, en un momento, no se dio cuenta que la adrenalina la inundaba y la hacía levantar su brazo, mientras se dejaba llevar por el sonido que viajaba de las bocinas a sus oídos y hacía que cerrará en algunas ocasiones sus ojos.
La música se detiene, ella mira hacia la gente y ve a un juez de pie, preguntándose qué estaría pensando de ella. Esa duda se disipó más tarde, cuando ese mismo juez la felicitaría por la hazaña que acababa de hacer.
Ese día Mariana no solo logró bailar con un codo fracturado, sino que sería recompensada con la beca Jump VIP Finalist, dándole el pase a la fase nacional de una de las más grandes convenciones de baile del mundo.
“Al final me dieron una beca”, dice sonriendo. “Por la adrenalina, mientras estaba bailando empecé a levantar mi brazo sin darme cuenta. Es que el baile es algo que me apasiona.
“Para mí fue un logro increíble. Ahí realmente me di cuenta que no hay obstáculos para bailar, incluso podía hacerlo con un hueso roto”, menciona Mariana.
“Para mí fue un logro increíble. Ahí realmente me di cuenta que no hay obstáculos para bailar, incluso podía hacerlo con un hueso roto”.
La doble coreógrafa de VibrArt
Mariana baja del escenario y abraza a sus compañeras de baile, les regala una sonrisa y las felicita, pero no hay tiempo para más. Tiene que correr porque en menos de 5 minutos tendrá que bailar de nuevo en un estilo distinto al que acaba de hacerlo.
Se trata de los ensayos de Tec Dance, una de las competencias de VibrArt, el festival nacional de arte y cultura del Tec de Monterrey, donde más de mil 200 alumnos de profesional, PrepaTec y posgrados participan en competencias del 17 al 21 de mayo.
A punto de graduarse de PrepaTec, Mariana corre para presentar la segunda coreografía que ella misma creó para la competencia, algo que nunca había hecho antes: ser bailarina y coreógrafa al mismo tiempo.
Jazz, ballet, hip hop, tap y hasta jazz funk son algunos de los estilos que ha practicado desde los 4 años, cuando comenzó a tomar clases de baile.
Sus primeros pasos en el baile
Mariana cuenta que desde los 2 años se paseaba por la cocina de su casa bailando al ritmo de lo que estuviera sonando en la televisión, ante la vista y una que otra sonrisa de su familia.
“Unas amigas de mi mamá le dijeron que me metiera a clases de baile y a los 4 años me metieron a jazz y posteriormente a ballet”, recuerda Mariana.
Desde entonces aprendió que la emoción que sentía al subir al escenario y escuchar la música podría ser expresada mediante el movimiento generado por su cuerpo.
“Unas amigas de mi mamá le dijeron que me metiera a clases de baile y a los 4 años me metieron a jazz y posteriormente a ballet”.
En su trayectoria, Mariana ha aprendido, practicado e incluso sufrido golpes y lesiones, pero ese camino la llevó hasta el escenario de Tec Dance en Guadalajara, a más de mil 100 kilómetros de distancia de su hogar.
Ahí, su nombre aparece en la pantalla y su rostro luce en las cuentas de redes sociales del evento, mientras el auditorio le rinde aplausos al terminar su baile.
De nueva cuenta, Mariana ha tenido la oportunidad de enseñarle a los asistentes la pasión que siente por la danza, como aquella vez en que decidió bailar a pesar de haberse fracturado un hueso.
Una vida dedicada a la pasión del baile
Suena el altavoz en Tec Dance anunciando al segundo grupo del campus Chihuahua en el que se encuentra Mariana y que bailará la segunda coreografía de su autoría.
La regresa del recuerdo de aquella ocasión en que incluso una fractura no la detuvo de bailar, aunque en esta ocasión tiene un nuevo reto.
Es su primera vez montando coreografías para un festival y su creación fue puesta a prueba en la etapa regional del evento, la cual superó para llegar a la etapa nacional en la que compite ahora.
Mariana sube junto a sus compañeras al escenario y se detiene frente a las gradas, cierra momentáneamente los ojos y luego da un respiro, mientras la música inunda el lugar, que son testigos de cuando sus brazos y pies comienzan a moverse.
Su rutina durante meses ha sido la de levantarse a las 7 de la mañana para sus clases en PrepaTec, salir a las 3 de la tarde y dar clases de baile para niñas desde 4 años, la edad que ella tenía cuando inició en la danza.
Al terminar de enseñar a las 6 de la tarde toca su turno de convertirse en alumna al asistir a clases de baile desde esa hora hasta las 9 de la noche; sin embargo, al finalizar es cuando inician sus ensayos en el Tec hasta las 10 y media de la noche.
“A veces si te preguntas si elegiste bien, porque es dejar muchas cosas, a veces dejas vacaciones con la familia para ir a un viaje de baile, otras veces se vuelve muy difícil o hasta tedioso.
“Durante un verano estuve en un viaje donde estábamos de 12 del mediodía a 7 de la tarde en ensayos”, menciona Mariana.
Pero al final, cuando baja del escenario y camina con sus compañeras al lado mientras sonríen y comentan la rutina, Mariana no siente otra cosa más que satisfacción.
“No importa si ganas, no importa el resultado que obtengas, lo importante es el trabajo en equipo, es sentir esa satisfacción de saber que luego de todos los ensayos, el que demos aquí el 100% es lo más gratificante”, menciona.
Su futuro y sus sueños
Motivada por seguir la pasión que sentía cuando bailaba al ritmo de una televisión, Mariana sueña con llevar la danza a su lado, aunque todavía no decide si estudiará una carrera artística.
Por una parte, la psicología clínica es su primera opción de estudios profesionales, primero unos años en su natal Chihuahua en el Tec de Monterrey, y posteriormente, en algún otro campus como el de Guadalajara donde se encuentra hoy.
Pero el resto de su corazón está en la danza, en el baile, en el jazz que aprendió de niña, en el ballet, en el tap que la llevó a bailar con el brazo roto y en el ritmo que escuchaba en el sonido de la televisión a los 2 años.
“Quiero seguir en la danza. Tal vez ir a cursos a otras ciudades como a Nueva York, pero también me gusta mucho enseñar, por ejemplo me gustaría volver bailarinas a las niñas de mis clases”, menciona.
Al final, Mariana asegura que sin importar lo que decida y el camino que elija, llevará el baile con ella siempre.
“Una vez bailando me dijeron ‘Mariana, es que tú cuando bailas estás en tu propio mundo’ y sí, es lo que siento.
“Cuando bailo estoy conmigo misma, es una terapia y me encanta como se siente eso”, finaliza Mariana.
“Cuando bailo estoy conmigo misma, es una terapia y me encanta como se siente eso”.
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