Para sus alumnos y colegas el nombre correcto era Armando Ledesma Rivas, así completo. Y que no se le olvidara a uno el “Rivas”, porque con palabras más o palabras menos él siempre decía “Rivas, que mi madre también me dio su apellido”.
De aspecto misterioso y de carácter recio, lo definen quienes alguna vez compartieron el mismo salón de clases con él. Sin embargo, para más de uno también fue un sólido guía e incluso un verdadero amigo.
El ingeniero Armando Ledesma Rivas, oriundo de Zacatecas pero estudiado en Coahuila, llegó al Tec de Monterrey campus Saltillo en 2003 para ser profesor de cátedra durante tres años.
Luego, en 2011, decidió regresar como parte de la Escuela de Ingeniería, lugar en el que no solo se dedicó a impartir con puntualidad sus asignaturas, sino que empezó a construir la figura ejemplar que hoy trasciende por su trabajo.
Comprometido con su vocación
Aunque daba la impresión de ser un hombre reservado, el profesor Armando mantuvo con sus estudiantes un vínculo que alimentaba del conocimiento, la ética y, sobre todo, de la empatía.
“Es muy difícil resumir una de sus clases, es difícil no recordar una frase suya o cuánto miedo le teníamos a sus complicados exámenes, pero más difícil es no seguir su ejemplo y sus enseñanzas”, expresó Eduardo Urzúa, EXATEC de campus Saltillo.
Para él y para muchos otros de su generación, Armando Ledesma Rivas era un sinónimo de generosidad y compromiso, pues no escatimaba a la hora de dar un consejo ni dudaba del bien que le haría a sus estudiantes.
Ya fuese en el aula después de concluir una clase, caminando por el pasillo o detrás del escritorio en su oficina, el profesor dedicaba las palabras que él consideraba justas a los alumnos que acudían a él.
“De él recibí una de las más grandes lecciones que un profesor puede dar, cuando me dijo: nunca olvide que el único que define su rumbo es usted, no hay otra fuerza o cosa que dirija su camino, solo usted”, agregó el EXATEC.
Apasionado por la vida
Además de ser un diestro de las matemáticas, el profesor era un apasionado por la naturaleza y por la vida misma.
Quienes convivían con él no tardaban en percatarse de la sencillez con la que existía. Siempre modesto ante sus logros, respetuoso al dar su opinión y coherente con sus acciones.
“El profesor marcó a todas las generaciones a su paso. A través de sus experiencias nos enseñó que la vida se vive al máximo si se aprende de los errores”, dijo el alumno Emmanuel Cisneros, a nombre de quienes forman parte del programa Líderes del Mañana.
Incluso hay quien afirma que esta pasión se reflejaba en cada una de sus clases, en las que el tema de conversación podía fácilmente brincar de una ecuación a la forma de comprender el mundo.
“Su lenguaje con números era solo una manera de reinterpretar a la naturaleza y todo lo que nos rodea. Además de compartir el sagrado salón de clases, nos dio una amistad verdadera”, señaló el alumno Adolfo Pérez.
Amigo y colega
Alumnos como Rodrigo Pepi recuerdan a Armando Ledesma como un profesor fuera de serie, didáctico, culto e innovador, que generaba confianza y sin dejar a un lado su capacidad para envolver a cualquiera que lo escuchara hablar en su expertiz.
“Me divertían mucho sus chistes y anécdotas, nunca hubo un día en el que no me hiciera reír. No solo era una figura alegre y de completa devoción a su trabajo. Estoy seguro de que más allá de sus clases dejó pequeñas semillas en nosotros”, expresó el joven.
Como colega, señala el profesor Joel Castillo, siempre tenía algo que expresar y que a todos les interesaba saber, a pesar de su característico tono de voz.
“Cómo olvidar las juntas cuando él estaba presente. Nunca se quedaba callado y si había algo que no le parecía, levantaba su mano para hacernos saber que tenía una opinión que externar con mucho respeto”, dijo.
Hasta pronto
La partida de este profesor representa una pérdida que siente toda la comunidad del Tecnológico de Monterrey en Saltillo.
Y a pesar de que la situación actual del mundo mantuvo a sus alumnos y colegas ausentes en su despedida, no impidió que le acompañaran a distancia, con las memorias y enseñanzas de una vida dedicada a dar.
“Siempre me declaró su cercanía, su amistad. Lo acompañé y me acompañó desde que nos conocimos. Estuvo presente en mi vida, en lo bueno y en lo no tanto. Disfrutamos la música, la convivencia, el conocimiento, con él podía hablar de todo", pronunció el profesor Felipe Balderas.
Añadió, "... en fin, un amigo que dejará en mi vida un gran hueco. ¡Te echaremos siempre de menos, querido Armando!”