“Yo no soy un diseñador”, corrige Stuart Candy durante el receso de una gira organizada por la Escuela de Arte, Diseño y Arquitectura, “Tampoco me considero un politólogo realmente. Yo soy un futurista.”
“El futuro empieza con esperanza”, declaraba ante una sala llena de alumnos tan sólo momentos previos en donde, a pesar de que moverse unos cuantos pasos sin tropezar con alguien más pareciera una tarea imposible, el silencio abundaba.
Ante miradas de incertidumbre, los jóvenes permanecían de pie, escuchando a Candy; tres cuartos de ellos habían compartido que imaginaban un futuro peor para el mundo, mientras que apenas unos cuantos visualizaban un devenir positivo.
“Podríamos decir que es una especie de fe; la creencia en la idea de que las cosas van a mejorar y esa es la base para la acción que lo hace posible (...) Hay muchas razones para temer, pero también hay espacio para la esperanza”.
Desde lo que Candy recuerda como encontrarse con un libro de su mamá a los 16 hasta ser considerado como un pionero de la prospectiva colectiva a partir del arte y el diseño, el profesor encarga a sus estudiantes una sola tarea: atreverse a soñar.
“Necesitamos atrevernos a soñar con lo preferible, romper el molde y experimentar con lo que podría ser, no lo que es”, comparte el miembro de la Facultad de Excelencia del Tec y profesor invitado distinguido de Futuros Críticos.

De adolescente curioso a pionero 'del futuro'
La historia de Candy con el futuro comenzó en su adolescencia, creciendo en Australia, en un hogar de educadores, relatando cómo cuando tenía 16 años se encontró con un curso piloto de estudios del futuro que impartía su madre.
“Era una recopilación de artículos y materiales sobre el futuro, sobre el campo de los estudios del futuro o lo que hoy en día también se le conoce como prospectiva.
“Fue entonces cuando descubrí que existía una comunidad de personas, tanto académicos como en práctica- dedicando todos sus esfuerzos a pensar en los tiempos por venir”, recordó.
Desde sus 17, Candy ya asistía a conferencias dedicadas al campo prospectivo y -antes de siquiera haber terminado la preparatoria- ya había conocido a algunas de las figuras clave de la época en la disciplina.
Tras estudiar Derecho e Historia y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Melbourne, Candy comprendió que no quería seguir un camino convencional.
“El derecho era demasiado lineal. Yo quería algo más abierto, interdisciplinario”, señaló.
Su interés lo llevó a trabajar en proyectos de prospectiva con los gobiernos de Australia y Reino Unido; pero algo le inquietaba: “Era un trabajo riguroso, pero terminaba en un estante sin cambiar decisiones reales”, explicó.
Esa experiencia lo impulsó a buscar nuevas formas de llevar la prospectiva a la vida cotidiana.
Ese camino, lo llevó a la decisión de estudiar su maestría y doctorado en la Universidad de Hawaii, donde aprendió a combinar la teoría con el diseño y la participación ciudadana.
“Allí descubrí que el futuro no se podía quedar en reportes. Había que convertirlo en experiencias que la gente pudiera sentir, discutir y transformar”, dijo.

Hawaii 2050: imaginar para transformar
Por otra parte, Candy destaca -como parte de su visión particular- la necesidad de pensar en el futuro con gran detalle, arraigándolo en lugares concretos, culturas, historias, idiomas, prioridades, formas de ver y formas de actuar específicas.
Como futurista en un nuevo contexto cultural, actúa como facilitador, guiando a los participantes para que imaginen detalles específicos únicos desde su perspectiva.
Bajo esta mirada, uno de los momentos clave en su trayectoria fue el proyecto Hawaii 2050, cuando el congreso estatal pidió apoyo en el diseño de lo que sería el primer plan de sostenibilidad para las islas.
“En vez de entregar solo documentos, decidimos crear mundos paralelos”, relató. “Pusimos a 550 personas en cuatro habitaciones distintas, cada una representando un escenario posible de Hawaii en 2050”.
Los asistentes caminaron por futuros alternativos: unos sostenibles, otros caóticos, algunos tecnológicamente avanzados y otros en crisis ambiental.
“Colapsamos la distancia entre el presente y esas posibilidades”, explicó Candy sobre esta parte interactiva y dinámica de la experiencia.
La experiencia resultó tan poderosa que inspiró otras dos décadas de trabajo creando “futuros inmersivos” en distintos países.
“Al vivirlos, la gente no solo piensa en lo que puede pasar, lo siente. Y eso mueve a la acción”.
Candy describe estos ejercicios como un “bazar de futuros”, donde la imaginación se convierte en laboratorio colectivo: “El objetivo no es predecir, sino ampliar el rango de lo posible”.

Del miedo a la creatividad colectiva
En su paso por el Tec, Candy ha impulsado talleres como Don’t Fear the Future, que buscan cambiar la relación con el mañana para los jóvenes a partir de una interacción directa y cotidiana con “lo que podría ser.”
“Muchas personas asocian el futuro con ansiedad o incertidumbre. Hay razones para temer, pero también hay espacio para la esperanza”, dijo.
Durante las dinámicas, los estudiantes exploran preguntas vinculadas a ejercicios y metodologías prospectivas tales como: ¿el mundo será mejor o peor en 2050? o ¿qué tanto podemos influir en lo que viene?.
“Lo que buscamos es que cada persona se convierta en un diseñador o agente de cambio más audaz”, afirmó. “Se trata de experimentar con lo que podría ser, no sólo de describir lo que ya existe”.
Para lograrlo, utiliza objetos familiares como cartas de lotería o frases populares (refranes) que los participantes son retados a transformar en mensajes del porvenir.
“El futuro no debe sentirse lejano, sino cercano y cotidiano”, explicó.
Así, destaca Candy, es que la imaginación se convierte en un antídoto contra el miedo: “La práctica de futuros consiste en caminar entre lo que es y lo que podría ser. Ese espacio de fricción es donde surge la creatividad”.
Asimismo, Candy insiste en que imaginar escenarios no es un lujo, sino una habilidad que se vuelve más urgente; además, defendió la importancia de ejercitar la imaginación más allá de lo probable.
“No se trata sólo de proyectar lo razonable. También necesitamos atrevernos a soñar lo preferible, romper el molde y experimentar con lo que podría ser”.

Faculty of Excellence: sembrando futuros en el Tec
Como parte de la Faculty of Excellence del Tec, Candy trabaja con la Escuela de Arquitectura, Arte y Diseño, pero su visión atraviesa todas las disciplinas.
“El futuro no pertenece solo a los diseñadores o académicos. Cada estudiante, en cualquier campo, tiene un papel como creador de futuros”, afirmó.
Su meta es que pensar en escenarios alternativos se vuelva algo normal dentro de la institución. “No solo en lo teórico, sino en lo aplicado, en experiencias tangibles”, señaló.
Los resultados -hasta el momento-han sido alentadores: “Los estudiantes han respondido con entusiasmo. Muchos llegan con miedo, pero se van con la sensación de que tienen agencia sobre lo que viene”.
Candy también subraya la dimensión colectiva de este trabajo: “Lo llamamos foresight social, la capacidad de imaginar y sentir futuros juntos, para tomar decisiones más sabias hoy”.
Asimismo, aunque reconoce que se trata de un proceso de largo plazo, confía en que el Tec puede convertirse en un referente internacional en el campo prospectivo.
“Pregúntenme en diez años cómo vamos”, dijo con una sonrisa.
¿Qué es la Faculty of Excellence?
El Tec de Monterrey ha comenzado a reunir líderes destacados mundialmente dentro de su iniciativa Faculty of Excellence, para que formen parte de la labor docente de la institución.
Esta iniciativa busca reunir a 100 profesores internacionales para ampliar la experiencia de aprendizaje de estudiantes, promover la cooperación internacional, la innovación, diversidad e investigación multidisciplinaria.
Conoce a otros profesores pertenecientes a esta iniciativa aquí:
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