Colaborador invitado: profesor Dr. Zidane Zeraoui
Fotos: AFP
El conflicto entre los Estados Unidos e Irán no es un hecho nuevo.
Si el asesinato del responsable de la brigada al-Quds, el cuerpo de élite de la Guardia Revolucionaria iraní, el general Qasem Soleimani, hizo subir la tensión, es solamente un escalón más en la larga historia de desencuentros entre los dos países.
Sin embargo, en ningún momento de los enfrentamientos los dos países buscaron cruzar la línea roja para llegar a un choque frontal.
Aunque el presidente Donald Trump haya ordenado el asesinato del general iraní, en todo momento enfatizó que no buscaba una guerra con Irán.
Por su parte, el régimen de Teherán, a pesar de decidir, el domingo 5 de enero, la salida del país del acuerdo nuclear de 2015, permitió la permanencia de los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, dejando así una puerta abierta para la posible negociación con las potencias occidentales.
Así, está claro que la “famosa tercera Guerra Mundial” que se difunde en las redes sociales es una pura especulación sin fundamentos.
El presidente Trump envuelto en un proceso de Empeachment en su propio país y en un año electoral, difícilmente podría iniciar un conflicto con consecuencias graves tanto para su futuro político como para la economía estadounidense.
El gobierno iraní tampoco tiene en su mira enfrentarse militarmente a los Estados Unidos en un periodo de cuestionamiento de su legitimidad por una parte de su propia población como se ha visto en las recientes manifestaciones en el país.
Sin embargo, la crisis existe y se está canalizando al puro estilo de la época de la Guerra Fría con conflictos de baja intensidad o también llamadas “guerras proxy” (o subsidiarias), en donde dos potencias utilizan a terceros como sustitutos, en vez de enfrentarse directamente.
El objetivo es dañar, dislocar o debilitar a la otra potencia sin ir a un conflicto abierto. El teatro de esta guerra proxy es Iraq, país inestable y dividido en varias facciones enfrentadas entre si.
Por un lado la minoría kurda espera más apoyo de los Estados Unidos en su objetivo de separación territorial y por su papel en la guerra civil siria en donde fue la punta de lanza contra el Estado Islámico.
La minoría sunnita se opone tanto a la presencia de Irán como a la de los Estados Unidos en el país.
La mayoría shiíta es la más segmentada: una parte minoritaria apoya la presencia norteamericana, otra, más numerosa, la presencia iraní y logró imponer en el parlamento una resolución para las salidas de las tropas extranjeras y la tercera, alrededor del líder Muqtada Sadr, busca la salida de los dos actores.
En este contexto tan complejo, se está jugando la rivalidad entre Washington y Teherán. Un juego de ajedrez entre un actor regional que busca la hegemonía en la zona y una potencia global que no quiere perder sus intereses en el Medio Oriente.
* El Dr. Zidane Zeraoui es profesor-investigador de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. E-mail: zeraoui@tec.mx
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