Pablo Ayala | Opinión | Director de Formación Ética
Era previsible que la aventura presidencial de Donald Trump terminara de dos formas: continuar cuatro años más destruyendo la cultura democrática de los Estados Unidos o salir por la puerta de atrás de la oficina oval.
El segundo escenario era el más probable, porque durante el último tramo de su gestión se esforzó, como nadie, para salir de la Casa Blanca con la cola entre las patas.
Lo justo para quien ha ejercido durante tanto tiempo como un charlatán en mayúsculas. Me explico.
En un ensayo fantástico que Harry G. Frankfurt tituló On Bullshit (sobre la charlatanería), se dice que uno de los rasgos más notorios de la cultura estadounidense es la gran cantidad de charlatanería que brota de muchos lados.
La mayoría de las personas –dice Frankfurt– “confía en su capacidad para detectar la charlatanería y evitar verse afectado por ella. Por eso el asunto no ha suscitado nunca demasiada preocupación ni ha sido objeto habitual de investigación”.
Al ser un fenómeno poco investigado, y del que no hay una teoría robusta que explique qué es y los efectos que tiene en la sociedad, los charlatanes campean a sus anchas haciendo y deshaciendo.
Si la charlatanería –señala Frankfurt– es “la ausencia de interés por la verdad”, podemos decir que Trump es, sin duda, un ejemplo paradigmático del charlatán.
La cosa tiene su gracia, porque el charlatán es capaz de comunicar algo sin necesidad de emitir enunciados falsos.
Lo suyo es farolear, manipular a través del engaño. “Los valores veritativos de sus enunciados –continúa nuestro autor– no tienen prácticamente interés para él. […] No le importa si las cosas que dice describen correctamente la realidad; simplemente las extrae de aquí y de allá o las manipula para que se adapten a sus fines”.
Su intención, por tanto, es tergiversar las cosas para alcanzar los fines que busca. Entre sus muchos desdenes y descuidos,
Trump olvidó que quienes abusan de la charlatanería, tarde que temprano deberán pagar una altísima factura. Una lección inolvidable para él y todos aquellos que se asumen o creen ser sus amigos.
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