Mariana Gabarrot | Opinión | Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno
La llegada de Joe Biden a la presidencia de los Estados Unidos es un parteaguas para las personas migrantes.
Habrá un freno a los atropellos contra los derechos humanos, así como un cambio en el tono del discurso y en la dinámica de los centros de detención.
Es alentador que entre las ordenes ejecutivas firmadas por Biden, se encuentren la suspensión de las deportaciones durante 100 días, así como el alto a la construcción del famoso muro fronterizo.
Sabemos que éste nunca fue necesario porque la infraestructura de contención migratoria incluye satélites, drones y equipo sofisticado de detección de movimiento.
Siempre fue evidente que el muro era parte del discurso xenofóbico de Donald Trump. A esto se suma la declaratoria del nuevo presidente de que la palabra "alien" es ofensiva.
Por fin, gran parte de la sociedad estadounidense se dio cuenta del poder de la retórica.
Todo el mundo vio cómo -respondiendo a los discursos incendiarios de Trump, Giuliani y su camarilla- una horda de personas, en su mayoría hombres blancos, altos, barbados, representantes de un cliché de masculinidad hegemónica, se abalanzó sobre el Capitolio.
Estoy segura de que, al ver las escenas por televisión, muchas pensamos "¡Te lo dije!", porque mil veces el movimiento feminista les advirtió del peligro del lenguaje misógino, el movimiento Black Lives Matter les previno del racismo en la oratoria del presidente y de sus servidores públicos, y las organizaciones de derechos humanos insistían en la xenofobia de sus declaraciones.
A pesar de ello, las élites políticas y económicas, así como muchos medios de comunicación, les dejaron decir -o tuitear- lo que les dio la gana.
No fue hasta que se vieron acorralados ellos mismos que le pusieron un alto, y ahora sí se reconoce que el discurso importa.
Tanto, que el segundo juicio de impeachment está basado primordialmente en lo que Trump dijo mientras fue Presidente (incitación a la insurrección).
¿Por qué es clave este precedente para las personas migrantes en Estados Unidos? Porque de ahora en adelante, el racismo, la xenofobia y la violencia no estarán legitimados por el poder.
No es que ellos vayan a cambiar, pero por lo menos ya no podrán agredir abiertamente, solapados por el gobierno, a nuestros paisanos en el autobús, en el supermercado y en la escuela.
También recordemos que se mantiene el Congreso con mayoría demócrata, donde representantes como Alexandria Ocasio-Cortez han denunciado repetidamente las condiciones infrahumanas en los centros de detención migratoria.
Seguramente se revisará el trato a personas cautivas y se reconsiderará la situación de la niñez. Mínimamente espero que dejen de esterilizar mujeres (como se hizo este año en Georgia) y que saquen a los niños de las jaulas exhibidas en redes sociales hace unos meses.
Es deprimente que tengamos que empezar por ahí. Lejos están los días en donde esperábamos la declaratoria de la agenda bilateral. Hoy simplemente esperamos un trato digno a las personas migrantes.
La diplomacia en tiempos de Trump desapareció y nuestro canciller Marcelo Ebrard reaccionó ante las instrucciones de un Estados Unidos que agarró a México como rehén.
Por más que quiso aparentar negociaciones, nunca le dieron la oportunidad de negociar nada. Ni el juicio del "Chapo", ni la detención de Cienfuegos ni el hecho de que México procesaría las solicitudes de asilo para Estados Unidos de personas centroamericanas en suelo mexicano.
Además, nuestro Gobierno aprovechó para llevar a cabo sus propios atropellos. Las violaciones a los derechos humanos de los migrantes también aumentaron en nuestro País y la retórica de odio ante las caravanas de migrantes centroamericanos no fue matizada.
A futuro, las exigencias seguirán siendo las mismas. Los demócratas siempre han estado a favor de una migración controlada y mesurada (no olvidemos que Obama fue el gran deportador en la historia estadounidense).
Dada la asimetría de poder, México seguirá siendo obligado a contener el flujo de personas centroamericanas en su territorio. Sin embargo, es de esperarse que habrá condiciones más dignas.
Todo esto significa un respiro en estos tiempos de atrocidades, agravadas por la pandemia.
Tendremos la oportunidad de reorganizarnos, pensar y quizás reconstruir los canales de diálogo que podrían derivar en una agenda migratoria que efectivamente hable del futuro de los migrantes, de darles la oportunidad de cumplir sus sueños y esperanzas.
Un tema que hoy hemos olvidado ante el horror de su victimización.
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