Gabriela de la Paz | Opinión | Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno
Da tristeza y vergüenza ver cómo el Gobierno federal ignora deliberadamente la violencia contra las mujeres.
Andrés Manuel López Obrador construye un muro frente a Palacio Nacional para proteger al edificio de las pintas y a él de la furia de las manifestantes.
Les cierra la puerta y nos condena a todas a la violencia. Se escuda en las mujeres de su Gabinete, mismas que dan débiles testimonios del apoyo del Presidente hacia nosotras.
Nos acusa de ser violentas, cuando al año más de 3 mil mujeres mueren asesinadas por sus parejas, sus padres, sus hijos, por desconocidos que se sienten con derecho a poseerlas y destrozarlas.
Nuestra sociedad ejerce violencia cultural cuando crea este marco cultural que legitima la violencia contra nosotras y es una lástima que la Presidencia sea parte del problema al echarnos la culpa por exigirle justicia.
AMLO dijo tener tristeza y vergüenza al ver el zafarrancho entre manifestantes y policías. ¿Y no le dan tristeza las y los huérfanos de las asesinadas, las que quedan mutiladas, heridas y maltratadas física y psicológicamente de por vida?
Tan ni le da tristeza a AMLO la violencia de género, que en julio del 2020 amagó con recortar más de 37 millones de pesos del presupuesto federal destinados a combatir la violencia machista a través de la Conavim (Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres), y quitó el 75 por ciento del presupuesto del Instituto Nacional de la Mujer.
De apoyar a las otras víctimas de la violencia de género, que son los hijos e hijas de las muertas, ni hablemos.
Para eso tienen tías y abuelas, que de seguro ya los estaban cuidando cuando sus madres trabajaban, porque desde hace tiempo que AMLO había retirado los apoyos para las guarderías.
Da tristeza ver la indiferencia de esta sociedad machista ante la violencia que sufrimos las mujeres: la normalización de los celos, las bromas hirientes, la cosificación, el que los maridos -y la sociedad con ellos- crean que sus esposas les pertenecen.
Normalizamos tener que pedirle permiso al marido para trabajar, como si esto fuera un insulto a su capacidad de generar ingreso para mantener él solito a la familia.
Da tristeza ver semestre a semestre a cientos de alumnas sobresalientes que se graduarán y pasarán a ganar 30 por ciento menos que sus colegas varones.
Que recibirán menos promociones que muchos de ellos que son menos inteligentes, menos interesantes, pero son dueños de una autoestima que les impulsa a sentirse merecedores del mundo, mientras que ellas están educadas para complacer, ceder la voz y hacer equipo siempre, pero no ser las jefas, porque eso es ser mandonas y es poco femenino.
Da tristeza pensar que no serán ascendidas porque sus jefes asumirán que dejarán el trabajo cuando se embaracen. Y si no lo dejan, las consumirá la culpa por querer ser profesionistas y madres a la vez.
La tendrán difícil sin guarderías, sin un sistema que las apoye. Da vergüenza pensar que AMLO crea que las mujeres somos títeres de "la derecha" (ni de chiste son nuestros aliados), o de fuerzas siniestras del extranjero y no ciudadanas que exigen los derechos que la Constitución supuestamente les garantiza.
Da vergüenza saber que el Presidente cree que no pensamos, no sentimos por nosotras mismas, que somos taradas perennes y que nos manipulan fácilmente.
Da vergüenza que sea tan evidente su necedad, su rechazo a las demandas de seguridad y justicia de nosotras, que son las necesidades básicas de cualquier persona y que debe garantizar el Estado.
Porque si no es así, ¿para qué lo queremos? Da vergüenza ver a un Presidente que no entiende el mundo que lo rodea, que está tan alejado de la realidad que no sabe lo que es el pacto patriarcal y que no tiene la mínima voluntad política de escuchar a las víctimas de su amigote, Félix Salgado Macedonio, un tipo deleznable que no tiene otro mérito que el ser su cuate.
Porque, ¿alguien puede decirme qué ha hecho Salgado Macedonio por el bien de Guerrero? Da tristeza y da vergüenza ver que esta Presidencia no está a la altura de las circunstancias.
Pero da esperanza, y mucha, ver esa marea violeta de mujeres orgullosas y determinadas a poner un alto a las injusticias.
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