Juan Carlos Villalobos* | Opinión | Director de la Licenciatura en Comunicación y Medios Digitales
Actualmente se ha vuelto evidente cómo los desarrolladores están más preocupados por comercializar los descubrimientos científicos que por diseñar tecnología a partir de las necesidades reales de las personas.
Al respecto, Max Tegmark, director del Instituto del Futuro de la Vida del MIT, considera que al desarrollar sistemas de inteligencia artificial, se debe ser cuidadoso y sumamente explícito al construir sistemas autónomos, para garantizar que la tecnología realice justo las acciones que sean de beneficio para las personas y se eliminen los riesgos como seguridad, trabajo y desarrollo sustentable, entre otros.
Tegmark es un genio sueco, con estudios en física y economía; por su parte el Instituto de la Vida Futura -o FLI por sus siglas en inglés-, es una organización donde cientos de investigadores brillantes de todo el mundo se han puesto la misión de, cito: “catalizar y apoyar investigación e iniciativas para proteger la vida y desarrollar visiones optimistas del futuro”.
Una de las frases más elocuentes sobre los propósitos de este instituto es la que se puede leer al pie de su página web y que dice más o menos esto: “La tecnología está dándole a la vida el potencial de florecer como nunca antes… O de autodestruirse. Hagamos la diferencia”.
Justamente sobre este tema el directivo de la FLI ha lanzado un libro “Vida 3.0: ser humano en la era de la inteligencia artificial”, que es un ensayo acerca de las implicaciones actuales del desarrollo de tecnologías de inteligencia artificial, desde las económicas hasta las éticas.
Cuando se piensa en la inteligencia artificial y sus beneficios, muchas veces nos remitimos a la automatización de trabajos de manufactura que actualmente están en manos de seres humanos, aunque cada vez más trabajos especializados, sobre todo aquellos que tienen que ver con cálculos matemáticos y diagnósticos médicos están entrando en la era de la automatización.
Con todo y que el beneficio de la automatización significa abaratar los costos de procesos y producción en pos de una mayor ganancia; la principal preocupación de la población es: ¿qué va a suceder con todas las personas que dependen del trabajo de manufactura para sobrevivir y cuál es el futuro de las generaciones que no tengan acceso a una educación diferenciada que les permita desarrollar otras habilidades más allá del trabajo mecánico?
Es por eso, dice Tegmark, que la discusión sobre el desarrollo de inteligencia artificial no puede quedar sólo en manos de los expertos en tecnología o de las empresas que los contratan, debido a que en ese selecto grupo las motivaciones no son por lo regular sociales.
Por un lado, las empresas invierten en desarrollo de tecnología con la única intención de ganar dinero, independientemente de si los desarrollos afectan o no a la sociedad.
Por otra parte, los científicos suelen trabajar en nuevas tecnologías motivados principalmente por una curiosidad constante y la obsesión por conocer cómo pueden hacer funcionar las cosas; aunque estos descubrimientos puedan ser utilizados para dañar a la humanidad. El ejemplo más citado son las armas atómicas, al descubrir el funcionamiento del átomo.
A propósito de armas, dice Tegmark, existe una discusión muy fuerte a nivel internacional ante la evidente experimentación con inteligencia artificial para el desarrollo de armas autónomas.
Varios países han abogado por prohibir este tipo de investigación dado que no existe una inteligencia artificial que pueda operar con la complejidad del pensamiento humano en términos de criterio o empatía. De continuar con estas investigaciones, sería una cuestión de 40 años para desarrollar robots de combate.
Al final, dice Tegmark, es importante que en la discusión sobre el desarrollo de tecnologías de inteligencia artificial se involucren científicos, filósofos, gobiernos, empresas y organizaciones de la sociedad civil, entre muchos otros, para encontrar posibilidades de desarrollo de tecnología que realmente atiendan problemáticas de la sociedad.
Considera que deberíamos darnos la oportunidad de dialogar sobre cómo queremos que esta tecnología maravillosa, que es la inteligencia artificial, deba desarrollarse y utilizarse exclusivamente para el bien, no sólo en términos de crecimiento económico, sino a niveles profundos que generen un mejor nivel de vida y calidad para todos los seres humanos.
*Juan Carlos Villalobos
Especialista en comunicación y medios, sociedad y repercusiones de la comunicación y el uso de medios en la población.
Recibió el grado de Maestro en Comunicación y Medios Digitales por la Universidad de Washington, en Seattle, Estados Unidos. Ha colaborado para el servicio público en Jalisco y se ha desempeñado como académico y administrativo en el Tecnológico de Monterrey campus Guadalajara, en las áreas de Comunicación y Desarrollo Humano.
Es especialista en estrategia de contenido para medios digitales, Media Literacy y reputación en redes, comunicación y medios, sociedad y repercusiones de la comunicación y el uso de medios en la población.