Diana Angulo | Campus Sinaloa
El proyecto comenzó como parte del programa de Semestre i “Bioemprendimiento Sustentable”, en colaboración con la Dra. Beatriz García como coordinadora, el Dr. Daniel Jacobo, director de Bioingenierías Zona Occidente, y con aportaciones del Jardín Botánico de Culiacán.
Una vez finalizado el semestre, un grupo de alumnos decidió seguir con la investigación. Comentan que tomaron esa decisión porque tenían los recursos de material vegetal y la inspiración de continuar con un proyecto de alto impacto, además que el Tecnológico de Monterrey decidió apoyarlos con la compra de reactivos.
El objetivo del programa era lograr micropropagar la especie Platymiscium Trifoliolatum, también conocido como Palo santo o Tampicerá, un árbol perteneciente a la familia de las fabáceas y endémico de algunos estados del país como: Sonora, Sinaloa y Nayarit.
Esta especie puede llegar a medir hasta 15 metros y es de madera fuerte, razón por la cual ha sido continuamente explotado y usado para hacer instrumentos musicales, muebles, casas, esculturas, entre otros utensilios. Actualmente, se encuentra en un estatus de conservación vulnerable debido a la disminución de la zona de ocupación de la planta, a la calidad del hábitat y a los niveles altos de explotación.
“En lo profesional he aprendido a cómo llevar un proyecto de este tipo, a hacer investigación, a probar nuevas técnicas; en lo personal, me gustaría tener la satisfacción de que ayudé a salvar una especie”, comentó Frida Hernandez.
En el laboratorio los alumnos prueban distintas condiciones en las que la planta puede crecer, después diseñan los experimentos y los monitorean para ver si existen resultados favorables.
El cultivo de tejidos, que se refiere al conjunto de técnicas usadas para crecer células, tejidos u órganos vegetales in vitro, se muestra como una alternativa viable para la micropropagación, conservación y aprovechamiento sustentable de esta especie.
Los alumnos comentan que siempre han recibido apoyo de parte del Tec, ya que la coordinación les ofreció continuar usando las instalaciones, proporcionando los recursos y espacios. Están agradecidos con todos los maestros que se han mostrado muy dispuestos a ayudarlos, así como con Suluay Amézquita, encargada del laboratorio de cultivo de tejidos en Sinaloa. “La ayuda de parte de los maestros ha sido una parte clave para el desarrollo del proyecto”, expresó Melissa Bojorquez.
“Es sumamente importante el trabajo que nosotros hacemos ya que generamos conocimiento totalmente nuevo de la especie y el conocimiento no solo sirve para la especie en particular sino para todo el género. Cada fragmento de información que generamos sirve para conservar no solo esta planta sino para ayudar a la comunidad científica interesada a obtener información útil para sus propios estudios”, explicó Alonso Calderón.