El 25 de mayo de 2020 un hombre negro, George Floyd, fue arrestado por la Policía de Minneapolis, en Estados Unidos por ser sospechoso de haber pagado en una tienda de conveniencia con un billete falso de 20 dólares.
El hombre fue esposado, pero se resistió al arresto, por lo que los policías forcejearon con él y lo tiraron al piso.
Ahí, boca abajo, el oficial Derek Chauvin puso su rodilla sobre el cuello de Floyd durante 9 minutos y 29 segundos, mientras los otros dos policías le sujetaban otras partes del cuerpo.
A medida que Floyd dejó de resistirse y empezó a perder el aliento, dijo al menos hasta en 20 ocasiones que no podía respirar. Chauvin no cedió.
Los policías se negaron a darle ayuda médica a Floyd, pese a que las personas que fueron testigos de la escena y una bombero fuera de guardia solicitaron asistirle.
Floyd perdió el conocimiento y fue llevado a un hospital, donde falleció poco después.
Tras el episodio, las calles de Estados Unidos ardieron de protestas en las calles, pese a las restricciones de la pandemia.
Había mucha frustración al añadir un nombre más a todos los casos de exceso de uso de la fuerza policial contra personas de raza negra desde 2014 que denotaban un enorme racismo.
Eric Garner, Michael Brown, Tamir Rice, Walter Scott, Alton Sterling, Philando Castile, Stephon Clark, Breonna Taylor y Daunte Wright, a los que se sumó a fines de marzo el adolescente latino Adam Toledo.
Ninguno de ellos estaba armado en el momento de su arresto, ni pudo defenderse y todos ellos fueron tratados con exceso de fuerza.
Estos casos apuntalaron el movimiento Black Lives Matter, surgido en 2013 para protestar por la absolución de George Zimmerman, un vigilante blanco de un barrio en Florida que mató al joven Trayvon Martin, desarmado, porque le pareció sospechoso.
En la mayoría de estos casos, los policías involucrados fueron absueltos o recibieron una condena menor, lo que ha enfurecido a millones de personas que ven cómo hay un doble estándar dependiendo del color de la piel de los sospechosos.
El veredicto en el juicio por George Floyd
En el juicio contra Derek Chauvin, el primero de los policías involucrados en la muerte de George Floyd, la parte acusatoria lo señaló culpable de homicidio imprudente en segundo grado, asesinato en segundo grado (descarta la premeditación e implica intención en el instante) y asesinato en tercer grado.
Este último está definido en Minnesota como el cometido por alguien que "actúa de manera extremadamente peligrosa, sin tener en cuenta la vida humana y 'evidenciando una mente depravada'".
Para ser encontrado culpable en cada uno de esos cargos, el jurado debió votar unánimemente en cada uno de ellos. Y así fue.
La Fiscalía se apoyó en la mejor evidencia, que es el video en donde se ve a Derek Chauvin desafiante, asesinando a George Floyd sin una razón aparente.
Su defensa argumentó que a los policías que detenían a Floyd les intimidaban los testigos que les rodeaban.
El video muestra a personas rogando por la vida de Floyd sin atreverse a irrumpir en la escena.
También argumentaron que Floyd murió por la combinación de drogas en su organismo y por condiciones de salud preexistentes, no por asfixia.
Sin embargo, nunca pudieron explicar convincentemente por qué Chauvin mantuvo la presión sobre el cuello de Floyd por tanto tiempo y por qué jamás mostró preocupación por su vida.
"La sociedad estadounidense tiene que reflexionar sobre las profundas raíces racistas que persisten en su sistema policial"
Este caso, como los ya mencionados, debe propiciar cambios en los procedimientos y protocolos de las Policías.
El entrenamiento debe enfocarse más en manejo de conflictos para bajar su intensidad y menos en tácticas militarizadas que reducen el tiempo en que se pasa de un nivel de alerta al siguiente en las confrontaciones.
También tienen que revisarse muchas suposiciones relacionadas con la raza, como asumir que todos los hombres negros corpulentos, aunque estén desarmados, son una amenaza, lo que justifica el uso desproporcionado de la fuerza.
La sociedad estadounidense tiene que reflexionar sobre las profundas raíces racistas que persisten en su sistema policial.
Y aprovechar que su sistema judicial sigue funcionando y que tiene la posibilidad de corregir los fallos de la mano de expertos y activistas que pueden proporcionar ideas para evitar más abusos de la Policía en el futuro.
No se trata de quitarles fondos a manera de castigo -como han propuesto activistas y funcionarios electos-, sino de prepararlos para atender a su comunidad acercándoles a la gente a la que deben servir y proteger.
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR LEER: